miércoles, 8 de julio de 2020

Tus fobias racionalizadas siguen siendo fobias


Septiembre, 2016: hubo marchas en contra del matrimonio igualitario en más de cien ciudades de México, organizadas por el Frente Nacional por la Familia y solapadas por la jerarquía católica. Cierto que nuestro país sería apenas el número 23 del mundo en permitir estas uniones civiles, y apenas el quinto de Latinoamérica (después de Argentina, Uruguay, Brasil y Colombia) así que es de esperarse una etapa de fuertes discusiones. Pero desafortunadamente las argumentaciones en contra son puramente ideológicas: los argumentos en contra son religiosos, aunque se disfracen de sociología, y están acaparados en lo público por las regiones más intolerantes de ese pensamiento. Mala cosa.
Recientemente, como supongo que muchos de mis lectores también, he participado en discusiones de este tema. La postura políticamente correcta de mucha gente —digamos la postura que denota que eres “open mind” por una parte, pero preocupado por la sociedad por otra— parece ser: “Matrimonio sí, adopción no”.  Vamos por partes.
Primero: se presenta como argumento tipo "hombre de paja" la percepción de lo que mucha gente imagina al decir “adopción gay”. En muchas de estas conversaciones, parten de que el potencial adoptante es Ricky Martin o Elton John: una pareja exitosa, refinada y urbana que quiere adoptar un niño para completar su felicidad. Y de esta forma lo enmarcan como "un capricho".
Imaginemos mejor otros ejemplos. Aquí hay uno: una pareja de hombres gay que han vivido juntos por muchos años, casados o no. Uno de ellos tiene un hermano, que está casado y tiene un niño. Ambas parejas son cercanas. En un accidente de tráfico el matrimonio hetero muere, y el niño se queda sin más familia en el mundo que su tío gay. Las preguntas son: 
¿El tío gay puede adoptar al niño huérfano? 
Si no, ¿por qué no y cuál es la alternativa? 
¿Es preferible enviarlo a un orfanato que con su familia que lo conoce desde que nació y que lo quiere?
Segundo ejemplo. Imaginemos una pareja de mujeres lesbianas. Una de ellas decide someterse a un proceso de inseminación artificial y da a luz a una bebé. La pregunta: ¿pueden quedarse con ella? Y si no, ¿por qué no y cuál es la alternativa?
Estos dos casos no son ni de lejos hipotéticos, y hay docenas de variaciones. Más aún: pasan y han pasado siempre, ya sea que existan formas legales que las respalden o no. Las legislaciones se piensan y se redactan en base al universo total de posibilidades, no a las idealizaciones estrechas de lo que algunos piensan que constituye la totalidad del hecho. Tomemos pausa.
Los temas del matrimonio igualitario y de adopción por parejas gay, se toman con frecuencia desde una sola perspectiva, con frecuencia sesgada. También se abordan desde una postura de desinformación y/o manipulación por parte de gente que tiene ideologías intolerantes. Dije además que la postura de “Matrimonio sí, adopción no” es el estándar de muchos que quieren aparecer relativamente tolerantes. Y qué bien que podamos ver los argumentos en pro y en contra; pero en muchos casos, en cuanto a empezamos a analizar dichos argumentos en contra de la adopción, la fachada se cae y de nuevo nos quedamos con posturas puramente ideológicas.
Si ponemos en el debate, por ejemplo, la realidad del México actual con las muchas carencias de su sistema de adopciones, o la posibilidad de rechazo y de bullying en la escuela, entonces estamos siendo razonables. Estos son problemas reales que nos pueden dar pausa para examinar el problema.
Pero por otro lado: la argumentación de que "el niño se convertirá en gay" no es un argumento razonable ni fundamentado de ninguna manera. La legalización de la adopción por parte de parejas gay tiene un par de décadas en unos cuantos países, y no existen ni de lejos estudios suficientes. En general, los estudios existentes se empezaron con seriedad hace unos ocho años en Estados Unidos y Europa, con muestras muy reducidas y criterios de control aún muy diversos. Los resultados que han arrojado es que no hay diferencias de conducta apreciables entre niños adoptados por matrimonios gay y matrimonios hetero, y de hecho se nota una menor incidencia de violencia familiar en los primeros. Pero para poder hablar con propiedad se necesitarán décadas de estudios, cada vez mejor controlados.
Lo que sí podemos analizar es la lógica de la argumentación: que el ejemplo homosexual produce homosexualismo en el niño. Veamos.
Con esa misma lógica, podríamos preguntar: ¿por qué hay de hecho personas gay, si siempre los matrimonios han sido heterosexuales y la sociedad en su conjunto rechaza el homosexualismo? Ante un ejemplo familiar y social abrumadoramente heterosexual, ¿por qué un niño elegiría lo contrario? La respuesta que los intolerantes no desean escuchar es que no, no es algo aprendido, no es una perversión, es natural. No hay nada fuera de la naturaleza.
Todo está contenido en la naturaleza, algunas cosas con más frecuencia que otras. 

   

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