Hoy le
presento uno de esos cuentos chinos que ya sabemos que los hay para toda
ocasión. Cualquier parecido con nuestra situación actual en México puede o no
ser coincidencia; sea usted el juez:
Durante
el periodo histórico conocido como “Primavera
y Otoño” (722 – 476 a.C.), el Duque Lin del Estado de Jin —un
monarca que no se distinguía particularmente por estar al tanto de las
necesidades de su reino— tuvo la idea de hacer una
torre de nueve pisos, con varios escenarios, balcones y terrazas, y adornada
con todo el lujo posible. Varios de sus ministros criticaron el proyecto por
ser un completo despilfarro, pero el duque, que estaba empecinado con la idea,
tuvo un arranque de furia y dijo, “¡Mandaré ejecutar de inmediato al próximo
que hable en contra del proyecto!”
El
viejo ministro Xun Xi oyó todo esto y fue a visitar al duque. Al llegar, vio
que incluso había un arquero preparado en el salón, listo para disparar una
flecha a cualquiera que osara criticar la famosa torre de nueve pisos. Pero sin
siquiera voltear a verlo, Xun Xi se adelantó y dijo con ligereza, “Quiero
mostrarle a Su Majestad una habilidad especial que tengo. Es un juego de
balance, para el que necesito doce piezas de ajedrez y nueve huevos.” El duque,
que era un fanático de la diversión y de los juegos, aceptó de buen grado e
hizo traer las cosas que el ministro Xun pedía. El viejo tomó las piezas de
ajedrez y las fue poniendo sobre una mesa, en una extraña formación. Luego fue
tomando los huevos, uno por uno, y fue poniéndolos lentamente sobre la
estructura que había hecho. El delicado balance parecía a punto de perderse con
cada nuevo huevo que agregaba a la construcción, y el duque contenía el
aliento, absorto en la pasmosa habilidad del ministro.
Al ir
a colocar el último huevo, lo que parecía ya imposible, el duque no pudo más y
exclamó, “¡Ah, cuidado, es una situación en extremo precaria!” Pero Xun Xi
colocó la última pieza sin derrumbar la construcción, y volviéndose al duque le
dijo, “Hay situaciones mucho más precarias que esta. Para poder erigir una
torre de nueve pisos habría que usar tres años del tesoro de nuestro estado y
forzar a mucha gente a trabajar en ella, lo que dejaría los campos sin cultivar
y los telares sin usar. Además de todo eso, los estados rivales no dejarían de
ver lo precario de la situación y seguramente se alistarían para atacarnos.”
El
duque se quedó en silencio, y tras un rato de estar así, mandó cancelar el
proyecto.