Las palabras forman una celda sutil y fría
para la idea.
Tomemos las palabras pues, a falta de mejores medios, y usémoslas para
nuestra utopía. Torciendo su estructura y volviéndolas en contra de sus mismos
sonidos, desencajadas e interpuestas, violentadas para expresar más allá de sus
ideas estrechas, cambiemos el gobierno de sus reglas en la esperanza de que
puedan engendrar silencio, y atisbar ese silencio que les dio existencia entre
los resquicios de su extraña danza.
Y si podemos formarlas como barro en torno, sin celadas, o hacer que se
persigan como en un cánon donde las voces palimpsestan, que todo embarazoso
subtilfugio apunte a la libertad. Romper la cadena que la palabra sigue.
Mientras contamos una historia que puede ser cualquier historia.
Todas las Caras de la Moneda, cap.
31 y cap. 1
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