viernes, 11 de marzo de 2022

De la estupidez, la idiocia y la imbecilidad

Primero quiero hacer una distinción entre el tema que nos ocupa, y los otros dos términos en sus sentidos originales, que si bien hoy en día se usan los tres de forma intercambiable, “idiocia” e “imbecilidad” originalmente se referían a condiciones físicas, o sea a impedimentos mentales más allá del control de la persona.

Pero la primera, o sea la estupidez, no es un impedimento: es una actitud, mezcla de ignorancia, terquedad y arrogancia.

La estupidez es más actitud que afección, como sí lo es la imbecilidad. La segunda no puede ser superada porque es un defecto mental, un tener pocas luces debido a un infortunio de nacimiento o de accidente. Pero la primera es un proceso: es la manera en la que asimilamos experiencia, y formamos y usamos opiniones. Una opinión puede ser estúpida, pero no imbécil.

Existe asimismo el idiota en el sentido clásico, pero no el estúpido. Porque como la propongo, la estupidez es a la vez parte de la condición humana, y también es una cuestión de grados, de modo que puede ser minimizada ó maximizada.

De modo que la estupidez es un estado, pero no un estado que un día superamos de una vez por todas, sino uno que debemos luchar contantemente por evitar. La estupidez no sólo se propicia cuando alguien es ignorante, sino cuando se rehúsa a aprender.

 

 

 

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