lunes, 4 de enero de 2021

Estupidez: ese lujo tan humano

 


Usaré para este breve argumento, la distinción entre humano y animales, y entre civilización y naturaleza. Es una distinción artificial pero en este caso, útil.

En todo el reino animal, se empieza siempre en un estado de ignorancia. Una gran cantidad de información útil, lista para usarse, viene codificada en forma de comportamientos instintivos, que dan a los organismos un mínimo de herramientas para interactuar con su ambiente.

Pero pasando esos instintos básicos, aún hay que aprender muchas cosas. Entre más complejo es el organismo, desarrolla una sociedad también más compleja, que puede transmitir conocimiento.

Cada evento de aprendizaje puede requerir de una sola vez, o más comúnmente, de muchas. En cualquier caso, en los animales el resultado es: haber aprendido, o morir. La naturaleza no tiende a ser muy permisiva con los errores de aprendizaje.

El ser humano, que ha evolucionado un cerebro muy sofisticado y capaz de abstracción, ha sido capaz de crear una “burbuja” para sí dentro de la naturaleza, que lo protege de muchas cosas que normalmente le serían fatales.

La estupidez es el resultado de esa protección: ese lujo que el humano se puede permitir al no aprender, incluso al rechazar aprender, teniendo eventos de aprendizaje y de hecho teniendo a su disposición todo el conocimiento acumulado por su especie .

Cuando se discute lo que nos diferencia a los humanos del resto de los animales, traemos a cuento la capacidad de abstracción, el humor, la idea del amor y varias cosas más. Pero no reparamos en esta otra cosa:

Que nos podemos dar el lujo de ser ignorantes y cometer infinidad de estupideces.

 

  

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