Dicen que la actitud lo es todo, y mucho hay de verdad en eso. Es bien conocido en México el chiste de los ‘cangrejos mexicanos’, que no requieren que el pescador tape el recipiente porque tan pronto como uno empieza a trepar para salir, los otros lo jalan desde abajo y al final ninguno puede escapar. Es una generalización injusta como todas, pero que sí ejemplifica una parte importante de la psiqué nacional. Las generalizaciones no son verdaderas en el caso a caso, pero son importantes en la medida en que nos suenan verosímiles, porque ponen el dedo en la llaga e idealmente nos pueden mostrar cómo corregir faltas. He aquí otra historia un poco menos conocida y que ilustra el contraste entre dos actitudes distintas con resultados igualmente distintos:
A un restaurante llega un tipo gordo, vestido con ropas que se ven que son carísimas y con cadenas y esclavas de oro brillando por todos lados. Trae consigo a una panda de acólitos que se sientan en la mejor mesa. El tipo gordo empieza a pedir botellas de la mejor champaña y los platillos más caros del menú y a hablar de carros deportivos.
El mesero mexicano ve todo aquello y piensa para sí, “Seguramente su dinero es mal habido, o lo hizo gracias a su familia o a alguna relación que tiene con algún poderoso; y ultimadamente todo ese dinero no lo va a hacer feliz.”
El mesero chino ve exactamente la misma escena y piensa, “Yo quiero llegar a tener ese nivel de prosperidad. Si trabajo duro y ahorro, lo puedo lograr.”
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