(Publicado originalmente en Periódico Noroeste; octubre 28, 2018)
Acabo de platicar con un amigo que vive en Suiza donde, me dice, hay consultas ciudadanas constantemente. Me explica que siempre el gobierno hace llegar a todos los posibles votantes la información relacionada con la futura consulta, explicando la propuesta, poniendo ventajas y desventajas, costos y otra información de cómo se aplicaría y cuánto duraría el proceso. Dos de las consultas recientes, que a mi amigo le ha tocado votar, son: si la gente aprueba que en todas las escuelas primarias se incluya educación musical, y si la gente aprueba la construcción masiva de ampliaciones de carriles de bicicleta en todas las ciudades. Ambas propuestas fueron aprobadas, con altas participaciones de votantes y con apoyo ciudadano superior al 80%. Me parece algo muy razonable preguntar a la gente en temas de este tipo, que en primera instancia implican gastos adicionales o bien reasignaciones de los impuestos, y en segunda que son cosas que tendrán un impacto inmediato en la vida diaria de la mayoría de la gente, pero sobre todo que son accesibles y fáciles de entender.
Después de platicar con mi amigo el que vive en Suiza platiqué con otro, en donde salió el tema del NAICM y el de la consulta del mismo, que está siendo ejecutada estos días. Mi amigo está de acuerdo con todo el ejercicio aunque tenga fallas, según su decir, porque le parece más importante el hecho de impulsar la participación ciudadana que el hacerlo perfectamente desde el principio. En esto, tuve que disentir con él.
Parte de mi argumento fue así: construir un aeropuerto afecta al total de la población en cierta medida. Puedo pensar en otras cosas de políticas públicas que afectan al total de la población en mayor medida pero que sería absurdo poner en consulta. Por ejemplo, ¿subimos 25 puntos base la tasa de interés del Banco de México? ¿Aumentamos el subsidio a las gasolinas empezando en 5% progresivamente hasta 15%? ¿Variamos el rendimiento mínimo esperado de las Afores y el tipo de cartera que puede aprobarse?
Si, como he escuchado, nos “tenemos que acostumbrar” a las consultas, desde hoy mismo me declaro ignorante e incapacitado para dar una opinión razonablemente ilustrada acerca de estos y muchos otros temas. Por otro lado, me encantaría que me preguntaran acerca de incluir educación musical en las escuelas o de ampliar carriles de bicicletas, cosas que me tocan muy de cerca y que entiendo fácilmente. Mi respuesta a ambas sería un contundente SÍ.
¿Me irán a preguntar?
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