martes, 29 de diciembre de 2020

Me tachan de irreverente

Inicuo me llaman los tragasantos.

O inocuo, o anacua... nunca recuerdo bien, pero ninguna parece buena opción y menos con el celo arrebatado con que lo declaran.

El caso es que se me acusa de éxodo y lótrodo, de ser un levítico irredimible, de haber rebasado el pentateuco la semana pasada, y de cometer deuteronomio cada vez que se presta la ocasión.

Sus jueces me relatan números, que no son números sino cuentos, y si contesto hablando de matemáticas, me dicen que no sé ni usar el habacuc y me tratan de a poca elipsis. ¡Tantos insultos! Me dicen que me redima, que lea cartas para adefesios, lo que me suena poco apetecible. ¿Y saías que además me restringen a cada paso? Me advierten que no puedo interpretar sofonías con una orquesta, ni comer dulces rellenos de corintios. ¡Oseas, no hay más que lamentaciones!

Pienso en estas y otras cuestiones por días y abdías y no atino a hallarles sentido.

Pecado esto, pecado aquéllo, si pienso o palabro, si ejecuto obra o micción. ¿Aún eso? ¿Quién mea culpa? ¡Sálmenme de tales miedos constantes!

No necesito sus egoteabsolvos, no creo en sus multas de gehenas, ¡rechazo tantas malaquías!

Dicen que María estaba llena de gracia, así que no puedo creer que sea crimen cambiar jocundias por jaculatorias.

 

  

jueves, 10 de diciembre de 2020

Religión y política: los consejos de mi padre

 

Mi papá era hombre de pocas palabras. Gente diántes. Eso puede parecer desventajoso para la comunicación, pero por otro lado, lo bueno es que me acuerdo de todas sus palabras.

Él no daba consejos salvo muy, pero muy rara vez y hoy les comparto los tres consejos que me dio acerca de tres temas espinosos. En su mismo estilo, lo hago con pocas palabras, recordadas y transmitidas tal cual:

RELIGIÓN

Ve a misa si quieres, pero nunca le beses la mano a un cura.

POLÍTICA

Todos se tapan con la misma cobija.

PRIORIDADES

Tú estudia las matemáticas y a los rezos no les hagas tanto caso.

 

   

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Historia de dos meseros

 

Dicen que la actitud lo es todo, y mucho hay de verdad en eso. Es bien conocido en México el chiste de los ‘cangrejos mexicanos’, que no requieren que el pescador tape el recipiente porque tan pronto como uno empieza a trepar para salir, los otros lo jalan desde abajo y al final ninguno puede escapar. Es una generalización injusta como todas, pero que sí ejemplifica una parte importante de la psiqué nacional. Las generalizaciones no son verdaderas en el caso a caso, pero son importantes en la medida en que nos suenan verosímiles, porque ponen el dedo en la llaga e idealmente nos pueden mostrar cómo corregir faltas. He aquí otra historia un poco menos conocida y que ilustra el contraste entre dos actitudes distintas con resultados igualmente distintos:

A un restaurante llega un tipo gordo, vestido con ropas que se ven que son carísimas y con cadenas y esclavas de oro brillando por todos lados. Trae consigo a una panda de acólitos que se sientan en la mejor mesa. El tipo gordo empieza a pedir botellas de la mejor champaña y los platillos más caros del menú y a hablar de carros deportivos.

El mesero mexicano ve todo aquello y piensa para sí, “Seguramente su dinero es mal habido, o lo hizo gracias a su familia o a alguna relación que tiene con algún poderoso; y ultimadamente todo ese dinero no lo va a hacer feliz.”

El mesero chino ve exactamente la misma escena y piensa, “Yo quiero llegar a tener ese nivel de prosperidad. Si trabajo duro y ahorro, lo puedo lograr.”