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Para Fer
Nuestro lenguaje
hablado es muy diferente del escrito. Hablando hacemos uso de expresiones en
ojos y cara, inflexiones de voz y un montón de lenguaje corporal que a veces ni
notamos. Si alguien le pregunta en persona, “Descríbeme una escalera de caracol,
pero sólo hablando, sin usar las manos”, se sentirá de inmediato limitado.
Hay cosas que se
dicen que simplemente no se pueden transcribir al papel sin perder su sentido:
una expresión sarcástica, la forma en que hablamos con un bebé o hasta un
simple “Sí” que quiere decir “No”: no se pueden escribir sin incluir una
explicación para que no suenen ridículas, acartonadas o incomprensibles.
En México, el uso del
diminutivo es una de esas florituras verbales que usamos todo el tiempo, y no
sólo para expresar cariño, sino de forma más oblicua, en relación a la comida.
El diminutivo le da sabor a todo, todo lo hace más deseable y nos mete inmediatamente
una imagen suculenta en la cabeza. ¿No me cree? Así es:
No es lo mismo decir,
“Imagínate unos tacos con salsa”, que “Imagínate unos tacos con su salsita”.
Ah, esa salsita ya me hizo agua la boca. No es lo mismo “unas tortillas” que “unas
tortillitas”. Y claro, bien calientitas. Y les ponemos su tomatito. Y salecita.
Si queremos antojar a
alguien no le vamos a decir “Unos huevos y por un lado frijoles”, sino “Unos
huevitos, y por un lado sus frijolitos”. Por cierto que usar el posesivo
también le da otro extra más de sabor a la expresión. Quién sabe qué será, pero
algo nos hace que relacionemos expresiones de cariño y de posesión, con
imágenes culinarias más vívidas y con más sabor.
Hay un caso en el que
incluso el diminutivo y el gesto físico se juntan, para hacer una maravilla de expresión:
“Cebollita”.
Si mi lector es
mexicano y dice la frase “Vamos a ponerle cebollita”, seguramente puso a
trabajar sus manos en una expresión universal que no le necesito ni describir.
Pero para beneficio de mis lectores de otras latitudes: se pone la mano
izquierda extendida y con la palma hacia arriba como una tabla para cortar, y
con la derecha, usándola como cuchillo, se hacen tres cortes sobre ella,
moviéndose a contrarreloj.
Esa es la forma
correcta y más elocuente de decir “Pero ponle su cebollita a los tacos”. Y si
quiere hacerlo de la forma más artística, como un verdadero profesional,
haciendo que quien escucha empiece a salivar sin remedio: sonría un poco,
vuelva la cabeza 20 grados a la izquierda y haga un guiño con el ojo derecho.
El único problema es
tratar de darle un beso a su pareja más tarde, pero ese ya es otro cantar.
VIDEO DEL DÍA
Alguien con mucho tiempo libre se
dio a la tarea de compilar 36 escenas de muertes en las películas de Alfred Hitchcok, y con una inspiración un tanto perturbadora, las puso todas juntas en
la misma pantalla, sincronizándolas para que llegaran al clímax (o sea el
asesinato) al mismo tiempo:
Se ve que añoras los tacos (taquitos)....
ResponderEliminarEn cuanto al video, la multiplicidad evita la adecuada apreciación del conjunto y, en consecuencia, me parece que se pierde el efecto buscado.
ResponderEliminarPero tus temas siempre son interesantes.
Saludos.