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BBC |
En marzo de 2015 se hizo viral la noticia de que el gobierno chino estaba por restringir en sus actividades a las famosas “dancing grannies”, o abuelas bailadoras, que invaden las plazas públicas del país todos los días. Medios como el Christian Science Monitor pusieron encabezados ominosos como “El gobierno chino les advierte a las abuelas que marquen el paso y mantengan silencio”. Finalmente, la cosa no pasó de ser una noticia como otras muchas, sacada fuera de proporción por medios que gustan del escándalo; pero dentro de este fenómeno hay mucho que apreciar en el detalle. Vamos por partes.
Las abuelas bailadoras (大妈; dàmā) en efecto se han adueñado de las plazas públicas en años recientes, con su popular práctica de “baile de plaza” (广场跳舞; guǎngchǎng tiàowǔ), que es simplemente bailar coreografías al ritmo de diferentes piezas musicales, como ejercicio. Las mujeres llegan con un equipo de sonido y siguen la coreografía que la bailadora principal establece, cambiándola cada mes ó dos meses, para mantener el interés. Las participantes, que algunos estimados ubican en alrededor de 100 millones en todo el país, no son solamente “abuelas”, aunque ciertamente son su mayoría. Hoy mismo se puede ver a mujeres jóvenes y a hombres acompañándolas en sus bailes. Normalmente lo hacen temprano en la mañana o bien entre 7 y 9 de la noche.
Los lugares públicos que escogen son muchas veces las plazas principales, pero también usan plazas más pequeñas ubicadas en zonas residenciales, y como algunos vecinos han protestado por el ruido, los medios no resistieron la tentación de tomar algunas agresiones aisladas y hacerlas virales; esto sucede por lo menos desde 2013. Pero en general, las abuelas y sus bailes son muy populares y yo en 17 años nunca he visto un incidente con ellas. Se estará preguntando mi lector si alguna vez me he puesto a bailar con ellas; la respuesta es, ¡por supuesto! Y agregando: no crea que lo que bailan es fácil de seguir ni poca cosa de ejercicio. Estas abuelas tienen mucha condición.
¿De dónde viene todo esto?
Ciertamente no es algo que salió del vacío, sino una variación de una práctica mucho más antigua: el gusto por el ocio público de la gente mayor. En cualquier novela clásica china podemos encontrar innumerables ejemplos de tal esparcimiento: el salir a caminar por los jardines mientras se discute de poesía, el contemplar la luna con una jarra de vino, el salir a cualquier lado que no sea la propia casa para jugar ajedrez o apuestas sencillas con amigos. Esto, por supuesto, no es particular de la gente mayor, pero les es especialmente caro por la antiquísima tradición de “respeto a las canas” que ya he tratado antes. Es una máxima milenaria que “Un hombre joven no debía quedarse sin hacer nada si veía a un hombre de cabello blanco llevar una carga pesada sobre sus hombros” y sobre todo, la idea de que en una nación próspera, “no se ve por los caminos a un anciano llevando bultos en la espalda”. Entonces sigue que una de las manifestaciones más visibles de prosperidad en un país, es ver a los ancianos esparciéndose a sus anchas en las plazas públicas. Por milenios estas actividades han incluido el reunirse a cantar ópera tradicional (京剧, Jīngjù que es la de Beijing y 越剧, Yuejù que es la de Shaoxing); llevar a los nietos a jugar mientras ellos mismos juegan o apuestan con sus vecinos, practicar ejercicios de taichí (太极) y qigong (气功), o la mencionada poesía y la apreciación de paisajes.
Sobra decir que en las últimas décadas, con la cada vez más visible prosperidad de la clase media, la gente mayor ha salido en masa a las calles y sus actividades se han ampliado por el acceso generalizado a nuevas opciones. Una práctica que se ha hecho popular también es la “caligrafía de suelo” (地书; dì shū), que es el tomar un pincel gigante y una cubeta de agua y ponerse a escribir poesía en la calle:
Para los sedentarios, los juegos clásicos como el dominó chino (麻将; májiàng) se han juntado con los juegos de baraja occidentales, pero para la gente ávida de mantener la salud a edad avanzada, las artes marciales se han enfrentado a la inusitada competencia del baile en coreografía, y aquí es donde han entrado a escena las abuelas bailadoras. La práctica ha creado una verdadera locura (en el buen sentido) por todo el país y se estima que han creado una industria que vale miles de millones de dólares y que incluye ropa especial, accesorios como banderas, abanicos y cintos de seda… ¡y tecnología de punta!
Sí, no sólo hay fabricantes que ofrecen equipos de sonido especiales para las abuelas, que son más potentes y ligeros, sino que varias empresas digitales han creado aplicaciones para los teléfonos celulares en donde se pueden descargar canciones nuevas y compartir coreografías.
Hay dos cosas más que resultan de interés en este fenómeno: primeramente, el cómo concluyó la famosa nota del 2015 del intento del gobierno por “regular y restringir” a las abuelas. En realidad la noticia estuvo basada en una iniciativa bastante torpe de algún oficial de gobierno de esos que no tienen nada mejor qué hacer, pero lo que sí fue cierto también es que al enterarse de la idea, las abuelas reaccionaron con enfado mayúsculo y la propuesta fue discretamente retirada.
Uno no se pone a desafiar a una mujer mayor en China. Ni hoy ni antes.
Cierto que como muchas otras naciones, China tuvo un pasado altamente restrictivo para las mujeres y en 1927 Mao Tse-tung denunciaba su opresión y la necesidad de liberarlas de las “ataduras del patriarcado”. Pero por otro lado, mientras el hombre dominaba la vida pública, este dominio no se extendía a la vida doméstica: la literatura china desde los tiempos más antiguos da cuenta del poder de la esposa y sobre todo de la madre o la suegra sobre la disposición del hogar. Mencio (孟子; Mèngzi), el famoso erudito confuciano es un ejemplo del poder de la madre y las incontables historias de hijos filiales dan cuenta de esta realidad. El investigador Pedro Ceinos relata con detalle la importancia del matriarcado en China en su excelente texto El Matriarcado en China: Madres, reinas, diosas y chamanes.
Quizá el ejemplo más famoso está en una de las “cuatro novelas clásicas” chinas: El Sueño de las Mansiones Rojas (红楼梦; Hónglóu Mèng), donde una extensa familia aristocrática es obviamente presidida por La Abuela Jia (賈母; Jiǎ Mǔ), quien tiene la última palabra en todos los asuntos domésticos y cuya autoridad no se puede poner en duda.
Finalmente, otra curiosidad acerca de las abuelas bailadoras es su criterio para elegir su música: es mucho más ecléctico y permisivo que lo que alguien podría imaginar. Sus coreografías no son nada tradicionales, esto es, no siguen pasos de bailes clásicos chinos, sino que son activos y modernos. Diseñados para moverse lo más posible, sus selecciones son canciones modernas tanto chinas como extranjeras, sin importar si las letras son escandalosas, románticas o de cualquier otro tipo.
Las abuelas quieren bailar y bailar bien. Para que el lector se dé una idea, le comparto aquí una muestra de las canciones que he visto bailar a las abuelas de mi plaza, que por cierto comparten con grupos de taichí, de niños patinando y de profesores de percusiones, todos los días de la semana. Es realmente una gozada:
Shirley Ellis, The Clapping Song (1965)
John Denver, Country Boy (1974)
Laura Branigan, Self Control (1984)
The B52’s, Love Shack (1988)
Bon Jovi, It’s my life (2000)
Elena Gheorghe, Mamma mia, he’s italiano (2014)
Álvaro Estrella, Bedroom (2014)
Bishop Briggs, River (2016)
Álvaro Soler, Sofía (2016)